El Rincón Literario de Paco Marín: «Marcha fúnebre de violín»
TÍTULO: Marcha fúnebre de violín
AUTOR: Antonio Cano Gómez
EDITA: Murcia Libro (2019)
Encuadernación: Rústica con solapas. Tamaño: 15,5 x 23 cm. Número de páginas: 194. PVP: 17,00 €. ISBN: 978-84-15516-39-2
¡OLÉ Y OLÉ! DENSA E INOLVIDABLE
Densa e inolvidable… dos palabras que definen Marcha fúnebre de violín. Densa, porque es mucha la información que nos transmite. Densa, porque todo se concentra en un pueblo pequeño, La Alborada, y en parte de sus moradores; moradores que, por una u otra razón, les molesta que el cura del pueblo sea asesinado. Densa, porque todo transcurre en dos meses: 28 de agosto a 28 de octubre de 1982.
Inolvidable, porque nos deja un sabor de boca y de mente profundo, porque el desarrollo de toda la historia está redactado de una forma precisa y muy clara. Se nota oficio en el autor, Antonio Cano Gómez, y una exquisitez, sin exageraciones, en el tratamiento de las sensibilidades de los distintos personajes. Especial acento pongo en la pareja policial: Galván Tena y Mario Aragón; perfecta conjunción.
Un asesinato siempre perturba a la comunidad donde se produce. Pero si esa comunidad es un pueblo pequeño (Alborada, en Albacete), si todo el mundo anda nervioso por las inminentes elecciones de 1982 y si, para añadir más estupor al crimen, el asesinado es el cura de la localidad, la conmoción adquiere rango de tragedia griega.
Todos los interrogados por el comisario Galván y su ayudante parecen tener algo grave que ocultar: el alcalde, la joven Lucía, el rancio don Tristán, una vieja profesora amargada, un antiguo comunista que espera el triunfo electoral de la izquierda… Todos, sin excepción, guardan secretos; e incluso algún cadáver (nada metafórico) enterrado en el ayer.
Con hábil manejo de la intriga, Antonio Cano Gómez nos conduce a través de una trama que solamente al final nos desvelará sus sorprendentes pliegues.
Muy buena lectura para pasar esta canícula y, una vez más, en menos de 200 páginas tenemos un planteamiento, nudo y desenlace que no envidia a ninguna obra del género.
Aprovecho para felicitar a Murcia Libro por la publicación de la novela.
Antonio Cano Gómez (Alcantarilla, 1981) es Licenciado en Derecho y Secretario de Ayuntamiento.
En 2017 publicó con Malbec su primera novela, Epitafio en la arena, de la que se lanzaron dos ediciones y donde se refundía el género policiaco con el trasfondo político de la vida española durante el franquismo.
Con Marcha fúnebre de violín, el autor vuelve a mezclar una trama policial con la Historia de España como fondo, intentando plasmar a través de sus personajes las distintas sensibilidades sociales y políticas de nuestro país durante la transición.
Conversamos relajadamente con Antonio Cano Gómez… Gracias…
P.- Por favor, presente a Antonio Cano Gómez.
R.- Antonio Cano Gómez es un funcionario Licenciado en Derecho que tiene el reto de escribir aquello que le gusta leer y de llegar cada día a más lectores. Y que no se considera un escritor porque, desde su concepción de la literatura, un escritor es, única y exclusivamente, quien es capaz de ganarse la vida escribiendo.
P.- ¿Cuándo, cómo y por qué nace Marcha fúnebre de violín?
R.- La inspiración me vino al ver cómo, en los casos policiales más mediáticos, las cuestiones relativas a los investigados, y que muchas veces son ajenas al caso, salen a la luz. Sin tener en mente ningún caso en concreto, decidí crear un pueblo ficticio en el que esa situación se viviera a pequeña escala.
P.- ¿Cuál ha sido su base documental?
R.- Más que una base documental (no estamos ante un trabajo de investigación), se puede decir que la novela recoge las influencias de autores españoles que han escrito sobre la Guerra Civil y el franquismo.
P.- ¿Por qué elige el año 1982, habiendo nacido usted en 1981?
R.- Se dice que una de las funciones de toda buena novela policíaca es saber retratar y ambientar la sociedad y la época en la que se desarrolla. Pensé en 1982 (la trama arranca el mismo día en que Leopoldo Calvo Sotelo convoca elecciones generales y finaliza la noche en la que el PSOE ganó los comicios de 1982) para reflejar el ambiente de fondo ante aquellas elecciones, el final de la transición.
P.- Es usted Secretario de Ayuntamiento… ¿hay mucha diferencia entre los Ayuntamientos de hoy y los de la época de la historia?
R.- Muchísima. En aquella época, en cada ayuntamiento el secretario era una autoridad ya que, por una parte, había menos alcaldes y concejales liberados que ahora y, por otra, el secretario formaba parte de la corporación «con voz pero sin voto». Ahora, afortunadamente, nuestra función es sólo (y no es poco) la de asesores jurídicos y controladores de la legalidad de la actuación de los políticos.
P.- ¿Por qué matar al cura y no al maestro, al médico o al propio alcalde?
R.- Porque entendí que era la persona en torno a la cual, en aquella época, podían gravitar más los secretos de los vecinos. No por ello se puede decir que sea una obra clerical o anticlerical.
P.- ¿Qué le ha llevado a escribir? ¿Hay modelos reales para los personajes de la novela?
R.- Me lleva a escribir lo que decía al inicio de esta entrevista: el reto de lograr crear el tipo de novela que me gustaría leer. No considero que ninguno de los personajes sea el reflejo de alguna persona real (así lo aclaro en el prólogo).
P.- ¿Tiene referentes en la novela negra? ¿Con qué personaje ‘negro’ se identifica más?
R.- La novela negra, con todos mis respetos al género, no me gusta. Soy lector de novela policíaca, no negra, y mis dos novelas (publiqué Epitafio en la arena en 2017 con Malbec Ediciones) pertenecen -aunque no se puede catalogar de ese género en exclusiva- al género policiaco. Pueden parecer lo mismo, pero no lo son. Me gusta el detective Adan Dalgliesh, de P.D. James, también autora de referencia.
P.- ¿Cuáles son sus géneros y autores favoritos?
R.- Por encima incluso de la novela policíaca, la narrativa española contemporánea con trasfondo político: la Guerra Civil, el franquismo, la transición… Leo todo lo que editan Javier Cercas e Ignacio Martínez de Pisón, sin olvidar los ensayos de Manuel Vicent o las novelas de la colosal obra Episodios de una guerra interminable, de Almudena Grandes.
P.- ¿Qué está leyendo ahora mismo?
R.- Acabo de terminar El guardián entre el centeno, de Salinger, y voy a empezar Os salvaré la vida, novela histórica de Joaquín Leguina sobre el anarquista Melchor Rodríguez, El ángel rojo.
P.- Como lector, prefiere: ¿Libro electrónico, papel o audio libro?
R.- En papel. Única y exclusivamente. Y punto.
P.- ¿Qué manías tiene a la hora de escribir?
R.- La única, haber comido algo antes; no me concentro teniendo hambre. Y, si lo contamos como una manía, la pereza para ponerme a hacerlo: puedo pasar meses y meses sin escribir una línea.
P.- Relate alguna curiosidad literaria personal que le haya ocurrido y no ha contado hasta ahora.
R.- Al ir a comprar «La Verdad» el mismo día el que me entrevistaron por el premio, el empleado de la gasolinera, con quien no había hablado nunca, al pedirle el periódico me dijo: «sales tú». También que en la segunda feria del libro del Puerto de Mazarrón a la que asistí, un lector de Madrid que había comprado Epitafio en la arena el verano anterior, se acordó de mí un año después interesándose sobre para cuando la siguiente.
P.- Venda su libro ¿por qué hay que leer Marcha fúnebre de violín?
R.- Porque entretiene, no se pierde en disquisiciones ni reflexiones personales ni introspectivas, y realiza un retrato de personajes que conviven en un microcosmos pese a sus ideologías y principios opuestos.
P.- Sus planes a corto y medio plazo ¿son?
R.- Comenzar a escribir una novela ambientada en el Madrid republicano de la Guerra Civil y en esa misma ciudad en los años 2003 y 2004, con el trasfondo del «No a la guerra» de Irak. Los personajes de principios del siglo XXI investigan la desaparición de un joven poco antes de que los nacionales tomaran Madrid en 1939. En la obra se intercala la investigación con los episodios de represión durante la Guerra Civil que van ofreciendo datos de los hechos que motivaron esa desaparición. Tengo escrito el preámbulo, y la novela me llevará dos o tres años.