Imputada y Segunda Epístola según San Chez
Imputada. La palabra tiene mala fonética, pero es la que voy a seguir usando porque es más diáfana. Hace casi diez años los políticos legisladores cambiaron la LECrim para que cualquier persona citada a declarar no fuera llamada imputada sino investigada. Investigada es una palabra que suena más culta, con menos tensión y es más amable. Si te dicen investigada, parece que está Colombo con su gabardina mirando por tus rincones sin molestar; Colombo, siempre tan educado. Si eres imputada, la fonética lo dice todo, el vocablo contiene otro menos amable: Imputada, ¡qué putada mi brigada! Y ojo con Colombo, pues amablemente y con miradas oblicuas te descubría tu falsa coartada. Amparo Illana, Pilar Ibáñez, Carmen Romero, Ana Botella, Sonsoles Espinosa, Elvira Fernández, Begoña Gómez. Son las siete mujeres de los sendos presidentes del gobierno desde 1978, desde Suárez a Sánchez, que han vivido en La Moncloa. He estado repasando sus discretos itinerarios mientras me tomaba una relaxing cup of café con leche aunque no in Plaza Mayor, porque mira que hubo cachondeíto general con aquel espanglish de la Botella. Yo no sé si Begoña ha delinquido, no tengo ni idea; sí parece que tonta no es y que más bien se ha pasado de lista o al menos de fresca. Ser una fresca no es delito, pero no está bien y que sepas que ser, eres, José Mota dixit.
Le gustan las cartas. No sé las cartas electorales que lleva Sánchez en la partida de póker que jugamos en el cansino casino de este 9-J, pero le gustan las cartas más que a Tamarit. Lo malo para Sánchez ahora es que al haberse cogido ya aquella baja de cinco días de vino y rosas con la compungida primera epístola a la ciudadanía ha gastado los fuegos artificiales, los conejos de su chistera. De Pedro Sánchez a Pedro y el lobo. Lobo falso y que no dimite. Mañana no va ir a ver al rey a decirle que no se va, como hizo hace cuarenta días. ¡Qué raro todo! A Sánchez no le gusta dar explicaciones en el parlamento ni ruedas de prensa con preguntas libres. El apóstol San Chez se está aficionando al genero epistolar, no son rimas, sino más bien leyendas; él es un enamorado febril como Bécquer. Sus epístolas son muy cortas como la de San Pablo a Filemón, no confundir con el del TBO; la segunda epístola de San Chez parece más la carta a Mortadelo y se resume en el evangélico versículo: O conmigo o contra mí. Las cartas de San Chez ya han perdido el efecto sorpresa, pierden su eficacia, eso que en farmacología se llama taquifilaxia.
No hay explicaciones, pero sí hay música y soniquete.No hay caso, solo hay fango, no hay caso, todo es bulo. La ministra portavoz, Richelieu Bolaños y el apóstol San Chez nos repiten el estribillo musical de la bachata veraniega 2024: No hay caso, solo hay fango, no hay caso, todo es bulo. No lo sé, ni idea de si hay caso, señor presidente escritor, lo ignoro, pero la Audiencia Provincial pudiendo archivar, no ha archivado, queda todavía investigación. No hay caso, solo hay fango, no hay caso, todo es bulo. Pues yo pienso quelo mejor que le puede pasar a Begoña es que la hayan llamado y responda a Su Señoría. No sé si hay caso. Donde no parece que haya habido caso es con Camps y sus trajes y el sastrecillo valiente. Allí hubo mucha mala baba, muchas decenas de portadas de El País y muchas risas.
A la familia socialista, al escribano San Chez, el míster Próper de la limpieza y experto en anticorrupción, que llegó al gobierno a lomos del caballo de la exquisitez higiénica le ha pasado lo mismo que a Alfonso Guerra hace treinta y cuatro años. El uno de febrero de 1990 tuvo lugar un pleno en el Congreso donde el vicepresidente Alfonso Guerra, azote y enfant terrible del PSOE en la transición, compareció para dar explicaciones acerca de su hermanísimo, Juan Guerra que utilizaba un despacho en la delegación del gobierno en Sevilla para sus chanchullos.
Miguel Roca, portavoz de CiU en el Congreso le espetó a Alfonso Guerra unas palabras absolutamente vigentes hoy mismo para nuestro presidente:“A usted, señor Guerra, le tenían muchas ganas (…) es víctima de su propio estilo político. Su mayor o menor ironía mordiente, sus descalificaciones ofensivas, las acusaciones sin pruebas que él ha practicado en más de una ocasión revierten ahora contra él con todas sus consecuencias. Cuando uno va dando lecciones por la vida debe entender y aceptar que se le vaya a juzgar con el mismo nivel de exigencia.”
Todos los partidos, todos, repito, arriman el ascua a su sardina y se lanzan contra el contrario, cuando hay imputación judicial, y exigen dimisión del rival. No nos rasguemos las vestiduras cual novicias. ¿Cuándo hay que presentar la dimisión?: ¿cuando eres citado como imputado? ¿tras salir como imputado del interrogatorio del juez instructor? ¿tras el auto de apertura juicio oral una vez finalizada la instrucción, o al dictarse sentencia condenatoria?
Yo no creo que haya que dimitir necesariamente cuando se es imputado. Pienso que solo el auto de apertura de juicio oral delimita una suficiente incriminación y responsabilidad política, pero que cada partido político sepa dónde quiere poner el listón, ¡ojo! con los suyos, no con los adversarios. Establecer la obligación de dimisión tras la citación como investigado es darle un impropio poder decisorio político a los jueces de instrucción. Estoy seguro que esta última frase la aplauden con las orejas hoy todos los militantes socialistas hoy, día de la citación de Begoña, la imputada. El enorme problema es que todo esto no les parecía así, por ejemplo, cuando machacaban a Camps con la imputación por sus trajes y el sastre o a cualquier adversario político. La doble vara de medir, lo de siempre.
Begoña, ¡suerte en el juzgado, y a no ser tan fresca en La Moncloa! Imite un poco a sus sensatas predecesoras, de variado color político.
Esperemos que las siguientes cartas de recomendación de Begoña o las epístolas del apóstol San Chez no tengan el mismo título que aquel libro de Bécquer: Desde mi celda.
Juan M. Uriarte