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Los reclutas patosos, Ramón Galindo

Y con esto poco a poco, hoy empezaré por contar un breve cuento:

«Érase una vez» que llegaron los nuevos reclutas al cuartel:

Corría ya el final de los noventa y entre todos aquellos ya con el pelo cortado y con los cordones de las botas, -no sin algunas dificultades, bien atados-.

Entonces el sargento abrillantó sus botas y abrochando correctamente su ya algo descolorido uniforme de camuflaje para causar buena impresión, se dirigió en una teórica a los reclutas; estos algo atemorizados, impacientes e incluso algunos de ellos con un toque de pasotismo muy bien disimulado -«ellos» venían de la «Uni» y consideraban a sus compañeros sin estudios unos paletos-, pero atendieron a la explicación de armamento. El sargento -que ya llevaba en todo lo alto más de tres o cuatro mil soldados instruidos-, perfecto sabedor de lo que pensaban los mozos, además de interesarse por que estos aprendieran, intercaló alguna broma y alguna palabreja graciosa, con el doble fin de relajar la tensión y de ganarse la atención de los oyentes, lo que a su vez hizo que los más avispados rápidamente se vinieran un poco arriba. Cuando estaba llegando el final de la charla, el impartiente agarró una muestra de munición de fusil y mostrándola, con algo de sorna preguntó: ¿ESTO QUE ES? ¿Un cartucho de CETME o un bocadillo de membrillo? Los reclutas Fernandito y Pablito, como listillos contestaron: ¡Un bocadillo de membrillo mi sargento?
¡REPITAN CONMIGO! -Les increpó el suboficial- ¡CARTUCHO! Ambos enteradillos, ya nerviosos viendo que el asunto pasaba de castaño a oscuro y por el riesgo de equivocarse y pasar el fin de semana pelando patatas, «en menos de lo que se santigua un cura loco» cambiaron su roll de listillos del grupo a reclutas patosos y presas de sus nervios, con su lengua y subconscientes traicioneros, «más arrugados que un gusano frenando» errando repitieron: CARCHUTO, CARCHUTO mi sargento.
Y colorín colorado este cuento se ha acabado.

Moraleja: “Hay tontos que tontos nacen, hay tontos que tontos son y hay tontos que tontos hacen a los que tontos no son”.

Y volviendo a la realidad ¡Así nos va desde entonces! Un Ministro -acostumbrado a recibir paquetes más grandes que una cinta de correr- un Candidato a Presidente de la Comunidad de Madrid (con sueldo de indemnización -no tres, NO,- más cerca de seis veces superior al mínimo interprofesional, por no trabajar) y la Directora General de la Guardia Civil que aún no saben distinguir entre un cartucho de CETME y un cartucho de pipas, ni una bala de un bocadillo de membrillo. Pero yo gustosamente, como viejo instructor de reclutas se lo voy a explicar gratuitamente.

Pablo, Fernando, María:

BALAS o proyectiles, son las partes proyectables, normalmente en forma de punta, de los CARTUCHOS de munición, que a su vez estos se componen de: Bala o proyectil, vaina, carga de proyección, y fulminante o pistón. Normalmente fabricadas en tungsteno y/o plomo, de efecto mortal, de las que los compañeros de la banda de tu padre y de vuestros amigos de herriko taberna y de los representantes y encubridores de asesinos con los que compartís las decisiones de gobierno y a los presos que habéis favorecido acercando con privilegios penitenciarios a prisiones más cómodas, respectivamente, les metían a bocajarro en la nuca a Empresarios que no pagaban el impuesto revolucionario, Policías Nacionales, Guardias Civiles, Policías Locales, Ertzaintzas, Periodistas, Concejales Jueces y Fiscales, hasta que cometieron el fallo o el acierto de metérselas también a Políticos de alto standing (a todos en su recuerdo los pongo con mayúscula) -y ahí se acabó todo- ¡ESO SON BALAS! Que por cierto todos ellos inocentes y sus vidas fueron cercenadas tempranamente, alejandolos para siempre de sus familiares. Eso son BALAS, Fernando, Pablo y María, lo otro son cartuchos, aunque vosotros seguramente cagados de miedo como cual recluta patoso diríais «CARCHUTO».

Las balas, al igual que los adoquines son proyectiles, unos los dispara la acción de un dedo sobre un gatillo que empuja o libera el mecanismo percutor de un arma que acciona un pistón que a su vez defraga la pólvora que los dispara y los otros los impulsa un brazo lleno de odio e incultura, ambos por una orden o simplemente un twit, que son los que de verdad a distancia aprietan el gatillo, hasta incluso desde una silla de ruedas.

«Las armas las carga el diablo y normalmente se les disparan a un gilipollas».

Y si alguien piensa que a vuestros despachos o vuestras casa pueden llegar varios CARTUCHOS de munición metálica de guerra en un sobre, bien sea a través de Correos o de una agencia de transportes y que hoy día no hayan sido detectados anticipadamente por los filtros de seguridad, es que ya hay más gilipollas que perros descalzos y que a los que se les disparan las armas.

Es posible que como de costumbre tiendan cortinas de humo, y mientras tanto «Catalunya ens roba» pagándole de jubilación a sus expresidentes 7662 € al mes, más otras prevendas, cochazo oficial, chofer «full time» escoltas y secretaria, hayan robado ellos antes o no indistintamente. Contraviniendo una vez más ese principio constitucional que habla de la igualdad, pues por mucho que trabajes y cotices nunca puedes pasar de una cifra, excepto “ellos” que con unos meses les basta.

Anda Pablo, bájate del coche oficial y coge un taxi a cincuenta metros de los platós de televisión, y al salir de los debates cuando te canten las cuarenta, cierra la puerta al salir, y sigue engañando ya sólo a los pocos gilipollos, gilipolles o gilipollas que lanzan las piedras «por ti y por todos tus compañeros» mientras tú ves tranquilamente las series de Netflix en tu lujosa mansión con servicio y niñera pagados y bien pagados ¡Y no tengas miedo! En la puerta tienes un destacamento de la Guardia Civil para vosotros solos, más Guardias seguramente de los que disponen muchos pueblos de España, -por cierto de esos que asesinaban tus compadres- y que no dudarán en exponer sus vidas para que no os pase nada mientras veis la TV tu señora esposa ministra y tú, y os coméis las palomitas, una pizza o el pollo, el polle o la polla.

RAMON GALINDO

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