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PENSANDO EN VOZ ALTA: PRISAS

PENSANDO EN VOZ ALTA

PRISAS

El pasado jueves, 29 de abril, fui testigo en primerísima posición de como un coche, marca mercedes, conducido por una mujer,atropellaba a una muchacha joven en un paso de cebra. Yo me encontraba a 3 escasos metros. Vi como la joven comenzaba a cruzar dicho paso y observé que por la izquierda se acercaba un vehículo a una velocidad inadecuada y al llegar al costado de la viandante no paró, no frenó, no maniobró para esquivarla, continuó como si no hubiese un después alcanzando de pleno a esta chica y golpeándola con tal dureza que la desplazó varios metros. En ese momento, menos mal, se detuvo el auto, bajándose la conductora a la que le grité muy enfadado que por qué no había frenado; contestándome que no la había visto, ¡joder! ¿qué iba haciendo?, además de mal conducir. El revuelo fue inmediato, varios viandantes se acercaron a atender a la víctima: llamada a la policía, llamada a la ambulancia. Acudieron de inmediato, realizando cada cuál su labor. La chica, en principio, bien, respondía con coherencia a las preguntas que se le realizaba. La trasladaron al hospital.

Me quedé muy tocado. El paso de cebra está muy próximo a mi domicilio y no es la primera vez que pasa. Curiosamente, hace años fue mi mujer la atropellada, en esa ocasión por un auto conducido por un hombre. Pareciera que todo el mundo tuviese prisa y no hubiese un mañana.

¿Será cierto que aquí en el Cosmos el único que tiene prisa es el hombre? Todo lo demás se distingue por ser muy cachazudo. Pero el hombre apura el tiempo, va contra él, está movido por la impaciencia y por la prisa y acelera el contenido ilusorio de su reloj con acciones desgañitadas y con actividades violentas. Si el hombre fuera capaz de situarse un poco a ritmo universal, probablemente no nos llevaríamos tantos disgustos. Pero en su paso por la Tierra, el hombre le ha puesto vencimiento a todo, parcela su vida en espacios, en breves «spots»y se empeña en llevar todos los días la contracorriente a la majestuosa y pausada marcha de las estrellas, las cuales probablemente saben mejor lo que se hacen que nosotros mismos.

Hay filosofías muy sabias. Un señor mayor, con mucha tranquilidad acumulada, cuando recibía una carta con el timbre de “Urgente” la metía sin abrir en el bolsillo y afirmaba: «Mañana lo será más». ¿La gente de otro tiempo estaba más a nivel del ritmo universal que la gente de nuestra época? Echo de menos la visión de esas personas que se sentaban a la puerta de sus casas a tomar el sol y a sentir el paso de las horas como si estas tuvieran rastro acústico.

Ahora la gente no se dedica a sentir pasar el tiempo. El tiempo es nuestro dueño y señor y nos hemos constituido en esclavos suyos.

¿Para qué tanta prisa? Nadie en los tiempos de la electrónica es capaz de sentarse en el campo a ver cómo va creciendo una planta cualquiera. La curiosidad simplemente científica de nuestro tiempo nos hará olvidar la fabulosa historia que se contiene en una lagartija que dormita al sol, la vibración de una flor en su tallo, el rumor que hace un caudal cuando discurre por el campo, el aleteo de un pajarillo y muchas otras maravillas.

Las ciencias adelantan una barbaridad, más empleemos esos adelantos para ser capaces de observar nuestro entorno más allá de las distintas pantallas que nos compartimentan la vida y quedémonos con los colores, con la belleza que hay junto a nosotros y, además, atendamos al prójimo sin prisas.

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