Septiembre, iluso o ilusionado
Casi pidiendo perdón septiembre ha vuelto a aparecer entre nosotros. Septiembre, siempre humilde y educado, es el único mes del año al que el quisquilloso diccionario nos deja comerle una letra si nos place para poder llamarlo setiembre. Mes de recolección y vendimia, pero sobretodo mes que nos transita de los postreros calores al incipiente otoño, tiempo ya de siembra, de arar la dura tierra de nuestra rutina. Septiembre sabe que nos cuesta volver a nuestra realidad tras la enajenación estival, por eso nos acompaña amable para combatir esa cursilada que exageran los telediarios, la depresión postvacacional.
Septiembre, ilusión de sembrar, ilusión escolar, ilusión de empezar un ciclo. La palabra ilusión ha sido para mí un descubrimiento este verano leyendo a Marías. Ilusión es una palabra con sorpresa en el idioma español. Ilusión puede significar engaño, burla, apariencia falsa, como un espejismo y alucinación sensorial. Eres un iluso, te hiciste falsas ilusiones. Esa es la acepción habitual en otras lenguas románicas y en inglés. Sin embargo, en español hablamos de ilusión en sentido positivo, para mostrar una emoción relacionada con el entusiasmo. Ilusión es algo cercano a la alegría interior, al optimismo vital, a planes, a amor con proyecto por algo o alguien. La ilusión de imaginar y de desear. Tener ilusión es anticipar interiormente un proyecto que nos impulsa.
Septiembre, comienzo del curso. Nada más bonito que escuchar a un profesor decir que tiene ilusión por sus clases, por los nuevos alumnos con sus pupilas llenas de hambre ilusionada comiéndose el mundo. Los niños tienen ilusión, los novios, las madres que engendran un hijo, los abuelos proyectan en los hijos y nietos. Ilusión es mucho más que esperanza, es un motor interior, contrario al desánimo, al aburrimiento. Ilusiones grandes e ilusiones cotidianas de apariencia minúscula: un café, una amistad o una conversación; un rostro, una lectura, una sobremesa. Estar ilusionado, vivir ilusionado… Quítame la ilusión y me has matado.
—La ilusión no se come —dijo ella.
—No se come, pero alimenta —replicó el coronel, en la novela de García Márquez.
Por eso nada peor en septiembre que encontrarse en la universidad de la vida con la mirada escéptica del repetidor, el sabio en resquemores, el experto en robarte esperanzas y frustrarte horizontes. No se lo permitas. Cuídate de él, te llamará soñador e idealista. No tiene sonrisa, sino mueca resentida, nos llama ilusos a los ilusionados. Dios nos libre del escéptico desilusionado, nihilista que nada espera, aburrido de la vida como repetición sin alma. Huyan de ese personaje como del demonio. Vade retro.
Septiembre es ilusionante, porque te permite volver a empezar, dándote ganas de esmerarte, poniendo el nombre en los libros, escribiendo con tu mejor letra en la primera página del cuaderno del resto de tu vida. Después, enseguida, añadirás adornos, florecitas, o versos, porque el amor es motor de la vida.
Septiembre es arena mojada de un chaparrón eléctrico, nostalgia de un verano que se anega con la nueva ilusión del curso; septiembre es caer en la cuenta que mi vida es bella porque tú pones orden. Septiembre es reconocer que tú nunca te fuiste y me esperabas tras mis devaneos; aquí me esperabas, ilusión verdadera. Ilusiones cotidianas, benditas rutinas, emotivas pequeñas grandes cosas, certezas que me salvan. No todas las ilusiones se colman, por eso persisten. Lo importante, sin embargo es vivir proyectado, enamorado de la vida, llenándola de argumento sabiendo que hay un sentido y una dirección amorosa.
Juan M. Uriarte