“Miguel Hernández, «el extraordinario muchacho de Orihuela» como le llamó Juan Ramón Jiménez, publicó El rayo que no cesa con apenas veinticinco años. Esto nos obliga a inclinarnos, otra vez, ante su poesía. `No cesará este rayo que me habita´ es el primer verso del segundo poema del libro. Es la primera madurez de Miguel, despojado ya de influencias juveniles y encontrando su voz. En el soneto que ha escogido Gremio DC hay toda la violencia de un amor furioso por no ser correspondido ni consumado en lo físico. De ahí el pasmoso cuadro de símbolos hernandianos (fuego, rayo, fragua, mugido) detrás de los que asoman Garcilaso, Neruda y, sobre todo, Aleixandre. También detrás del asombroso encaje poético hay un Miguel anonadado por el cosmopolitismo de Madrid mientras en la sierra minera de Cartagena languidecía la destinataria del poema. Y, como diría Verlaine, el resto es todo (la mejor) literatura.” Enrique Fuster del Alcazar. Dramaturgo y escritor. |