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“Vacíos de ideales” por Ramón Galindo

Y con esto poco a poco continuamos con la amenaza latente de una pandemia que justo en la era de la información, ya se han encargado «algunos» de que sepamos lo menos posible. Posiblemente por que su mediocridad incluso les impide a ellos mismos informarse bien, o también puede ser que les importe un pito, al menos eso es lo que han demostrado yéndose de vacaciones (pagadas por supuesto). Quizá cincuenta mil muertos hayan sido pocos, quizá la incertidumbre de que no se pueda ir al colegio, no sea exclusiva de Quique Ponce, ansioso de saber el horario para ir a esperar a su chica a la «uni». Lo que si sabemos es, que la liga profesional de fútbol tiene perfectamente diseñado su calendario, pero no sabemos si habrá clases.

Y así les ha venido de fábula este virus, que les va a servir de respaldo a todos sus fracasos, incluida la gestión del mismo. Ya no se habla de la llegada del AVE a donde aún no arriba, pese a que «unos y otros» lo prometieron por activa y por pasiva; debe ser porque como en la fábula de Tomás de Iriarte, de los dos conejos: Que escondidos tras unas matas, al sentir la presencia de los perros, mientras discutían si eran galgos o eran podencos, ante tanto entretenimiento, llegaron los perros y los sorprendieron.

Y así continúan estos ineptos, carentes de preparación, carentes de experiencia y que por supuesto carentes de toda responsabilidad empresarial, han trepado hábilmente hasta los puestos que para no arriesgar su sueldo y su estatus, son capaces de todo, excepto de tomar decisiones, aunque sean beneficiosas para los demás.

Y ahí está el fallo, de la política nacional, tanto en el PP como en el PSOE (en otros partidos es aún peor) se empieza pegando carteles con 18 años y a los 23 ya son concejales, algunos llegan a directores generales, e incluso a ministros, pero no saben lo que es prepara una oposición, estudiar una carrera, o madrugar para ir a la fábrica o al taller todas las mañanas, de arriesgar su patrimonio como los empresarios, ni hablamos.

Por eso, luego llega cualquier «vendetuercas» con coleta o sin ella, que se tome lo que no se tenga que tomar o no se tome lo que el médico le recetó, y con cualquier doctrina inventada, con cualquier discurso hueco y de hipotética pero imposible meta, les vende la moto a los votantes y nos vemos como nos vemos. El secreto lo tienen en rodearse de ineptos que nunca le puedan hacer sombra y si alguno/a despunta, zas, se lo cargan.

Y de esta manera, como todos los domingos, a vuestra salud y en perjuicio de la mía, procurando no molestar, en la sobremesa dominical enciendo el cigarro que entre su humo, y el aroma del café, me incitan a escribir estas letras, con la única excusa de enviar un abrazo a amigos y familiares.

Ramón Galindo.

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